Sarampión


El sarampión es una enfermedad vírica que afecta sobre todo a los niños. Es muy contagiosa, como lo son la rubeola y la varicela. Se transmite por gotículas procedentes de la nariz, boca y faringe de las personas infectadas. Se caracteriza, principalmente, por los exantemas (manchas en la piel de color rojo), acompañados de fiebre, debilidad general y picor.

Después de adquirir la infección, entre los ocho o doce días siguientes, aparecen los primeros síntomas: fiebre alta, rinorrea (secreción nasal), inyección conjuntival y pequeñas manchas blancas en la cara interna de la mejilla. Unos días más tarde, aparece la erupción en la piel, comenzando por la cara y cuello, extendiéndose poco a poco por el resto del cuerpo siguiendo una dirección descendente de cabeza a pies.

Pasados los primeros siete o diez días, comienzan a desaparecer gradualmente la fiebre y la erupción, pasando del rojo a color marrón. La piel tiende a descamarse hasta que desaparecen por completo las manchas que dejó el sarpullido inicial.

A las dos o tres semanas, la mayoría de los pacientes se recuperan, aunque es cierto que este virus, en pocas ocasiones, puede causar complicaciones graves como ceguera, encefalitis, diarrea intensa, infecciones del oído y neumonía, principalmente en niños malnutridos y pacientes inmunodeprimidos.

A pesar de que no existe un tratamiento específico para el sarampión, es una enfermedad prevenible a través de la vacunación.