El Alzheimer


Cuando hablamos de un diagnóstico de Alzheimer, comienza el proceso de asimilación de una dolorosa y preocupante noticia, no sólo para el paciente, sino para todo su entorno, ya que actualmente no existe ningún tratamiento que la detenga.

Se trata de un trastorno cerebral en el que quien la padece sufre dificultades para realizar sus actividades diarias. En sus comienzos, es muy lenta, empieza afectando al pensamiento, la memoria y el lenguaje. Se reflejan dificultades a la hora de recordar cosas que sucedieron recientemente o los nombres de personas cercanas.

A medida que pasa el tiempo, estos síntomas se van agravando y va aumentando la dificultad para hablar, leer o escribir, olvidándose de acciones tan sencillas como cepillarse los dientes o peinarse. El carácter también se ve afectado por esta enfermedad, los pacientes se pueden volver agresivos, ansiosos y deambular lejos de su casa.

Signos que alertan de la presencia de Alzheimer:

  • La memoria. Se dan cambios que afectan a la vida cotidiana como olvidar información recién adquirida, fechas o eventos importantes.
  • Planificar o resolver problemas. Dificultad de concentración, siguiendo una receta de cocina conocida, por ejemplo.
  • Tareas habituales. Dificultad para realizar tareas en el trabajo, en la casa, para llegar a un lugar conocido.
  • Desorientación. Pérdida de la noción del tiempo, de fechas y estaciones.
  • Problemas visuales. Dificultad para leer, juzgar distancias, determinar un color.
  • Uso de palabras. Problemas para seguir una conversación o para llamar a las cosas por su nombre.
  • Pérdida de habilidades, dificultad para colocar objetos en su lugar, pérdida de objetos.
  • Falta de juicio. Disminución o pérdida de la capacidad para tomar decisiones.
  • Cambios de humor y personalidad pudiendo llegar a ser confundidas, deprimidas, temerosas, ansiosas. Se pueden enfadar fácilmente.

Las fases de esta enfermedad siete y en cada una se ve una diferencia notable en el paciente:

  • Ausencia de daño cognitivo: no hay síntomas, la persona no experimenta problemas de memoria.
  • Disminución cognitiva muy leve: aparecen ciertas faltas de memoria.
  • Disminución cognitiva leve: se empiezan a notar deficiencias. Dificultad para encontrar el nombre adecuado, poca retención de lo que lee o escucha, pérdida de objetos.
  • Disminución cognitiva moderada: dejan de memorizar acontecimientos recientes, tienen mayor dificultad para realizar tareas un poco más complejas, pierden la capacidad de organización y de contabilización.
  • Disminución cognitiva moderadamente severa: incapacidad para recordar su dirección, teléfono, confunden el lugar y el día.
  • Disminución cognitiva severa: no recuerdan bien su historia personal, olvidan el nombre de sus familiares o personas allegadas, requieren ayuda para el uso del baño, padecen incontinencia, entre otros.
  • Séptima. Disminución cognitiva muy severa: pierden capacidad para responder a su entorno y para controlar sus movimientos. Necesitan cuidado personal diario, ayuda para comer. Pueden perder la capacidad para sonreír o sentarse.

Las principales causas son la edad y el factor hereditario y nadie está libre de padecerla pero, a pesar de ello, podemos tratar de reducir las posibilidades de padecerlo practicando deporte, haciendo actividades mentales, llevando una alimentación saludable, sociabilizándonos y fomentando la motivación.

Además de la atención médica, el apoyo psicológico y afectivo es esencial a lo largo de todo el proceso degenerativo. Si quieres ampliar información, https://www.ceafa.es/es